El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que
me ama. (Juan 14:21)
Si pudiera
simplificar la vida cristiana a una sola cosa, sería la obediencia. No quiero
decir simplemente obediencia externa, sino un espíritu de obediencia. No es
como la niñita que siguió de pie después que su padre le había dicho muchas
veces que se sentara. Por último su padre le dijo: “Siéntate, o voy a darte una
paliza”. Ella se sentó pero miró hacia arriba y dijo: “Estoy sentada, ¡pero en
mi corazón estoy de pie!” Eso es obediencia externa y desobediencia en el
corazón. Un cristiano debe estar dispuesto a obedecer.
Una evidencia de
madurez espiritual es amar a Dios tanto como para obedecerlo aun cuando es
difícil. Dios es glorificado cuando de buena gana lo obedecemos cueste lo que
cueste. Cada vez que obedecemos, crecemos espiritualmente, y cada vez que
desobedecemos, retardamos nuestro crecimiento.
Tomado de Gracia a Vosotros. John MacArthur.