Originalmente publicado en la Revista HeartCry, volumen 61,
mayo/junio del 2009.
El centro del Evangelio es la muerte de Cristo. Cristo murió
por el pecado. Por lo tanto, no puede haber una proclamación del Evangelio, sin
un trato bíblico del pecado; esto incluye explicar la horrible naturaleza del
mismo y la presentación de los hombres como “pecadores”.
Soy consciente de que el tema del pecado no está de moda,
incluso en algunos círculos evangélicos; sin embargo, cualquier consideración
honesta de cómo la Escritura presenta la cultura contemporánea, demostrará que
hay una necesidad de “comprender la gravedad del pecado.”
La necesidad de hablar claramente sobre el pecado es grande
dado que vivimos en una generación que nació en pecado y está cautivada por
éste.
1 Somos un pueblo que bebe la iniquidad como agua 2 y no puede discernir la condición caída que tiene, más de lo que un pez puede saber que está mojado. Debido a esto, debemos esforzarnos por redescubrir la visión bíblica del pecado y la pecaminosidad del hombre. Nuestra comprensión de Dios y del Evangelio depende de esto.
1 Somos un pueblo que bebe la iniquidad como agua 2 y no puede discernir la condición caída que tiene, más de lo que un pez puede saber que está mojado. Debido a esto, debemos esforzarnos por redescubrir la visión bíblica del pecado y la pecaminosidad del hombre. Nuestra comprensión de Dios y del Evangelio depende de esto.
Como administradores del Evangelio de Jesucristo, no
servimos a los hombres, tratando ligeramente con el pecado, tocando de lejos el
tema, o evitándolo por completo. El hombre sólo tiene un problema: Están bajo
la ira de Dios a causa de su pecado.3 Negar esto es negar una de las más
fundamentales las doctrinas del cristianismo. ¡No es falta de amor decirles a
los hombres que son pecadores, pero es la forma más grosera de la inmoralidad
el no decírselos!
De hecho, Dios declara que su sangre será sobre nuestras manos,
si no les advertimos de su pecado y del juicio venidero. 4 Intentar predicar el
Evangelio sin tratar el tema del pecado es como intentar sanar superficialmente
la herida de un pueblo, diciendo: “Paz, paz,” cuando hay no es paz. 5 El libro de romanos es lo más parecido a una teología
sistemática que tenemos en las Escrituras. En esta carta, el Apóstol Pablo está
estableciendo su doctrina ante la iglesia en Roma. Él busca prepararlos para su
próxima visita y espera que se unan a él en su esfuerzo misionero en España. 6
Es extremadamente importante notar que los tres primeros capítulos de esta
carta, con la excepción de una breve introducción, están dedicado a la
harmatología 7 (la doctrina del pecado). En tres capítulos, el apóstol trata
con toda su capacidad y bajo la guía del Espíritu Santo con un gran propósito:
¡Demostrar el pecado del hombre y condenar al mundo entero!
Frecuentemente he oído a cristianos declarar que Dios no nos
ha dado un ministerio de condenación ni de muerte, sino de justicia, reconciliación
y vida8. Esto es muy cierto, pero esto no significa que no vamos a hablar mucho
sobre el pecado, o usar las Escrituras para llevar a los hombres bajo la
convicción del Espíritu Santo sobre su pecado. Es cierto que ya no hay ninguna
condena “en Cristo Jesús” 9, pero no hay nada, sino condenación, fuera de Él.10
Las Escrituras nos dicen que la Ley no se ha dado como un
medio de salvación, sino como un instrumento para exponer tanto la vileza del
pecado (que el pecado es totalmente pecaminoso) 11 y el pecado del hombre (que
todo el mundo será responsable de sus pecados cuando tenga que rendir cuentas a
Dios). 12 Este ministerio de la Ley debe seguir siendo una parte esencial de
nuestra proclamación del Evangelio. Los “viejos” predicadores lo llamaron
“abrir la tierra endurecida” 13,
“conversión de las rocas”, y “quitar el velo”.
Ellos vieron la necesidad de exponer a los hombres al espejo de
la Ley de Dios, para que puedan ver a su condición de indigencia y puedan
clamar por misericordia. Por supuesto, esto no debe ser hecho con un espíritu
de orgullo o arrogancia, y no estamos llamados a tratar con las personas
ásperamente. Dios no nos ha llamado a ser un pueblo conflictivo u ofensivo, a
pesar de que la verdad que predicamos con toda humildad, pueda ser bastante
ofensiva.
El ministerio del Apostol Pablo no tuvo la condenación como
su meta, pero hay un sentido real en el cual él trató de condenar a los hombres
con la esperanza de que ellos puedan finalmente reconocer su ruina moral y
volverse a Cristo en arrepentimiento y fe. En el libro de Romanos, Pablo
primero se propone demostrar la corrupción moral de todo el mundo, su
hostilidad hacia Dios, y su absoluto rechazo de someterse a las verdades que
conoce.14 Entonces él vuelca su atención hacia los Judíos, y demuestra que,
aunque bendecidos exclusivamente por el regalo de una revelación especial, es
tan culpable ante Dios como los Gentiles.15 Finalmente, él concluye su
argumento presentando una de las más directas y ofensivas acusaciones contra el
hombre encontradas en Las Escrituras.16 ¿Cuál es su propósito? El apóstol nos
lo dice en su argumento final:
“Para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el
juicio de Dios.”
Como Jeremías, Pablo fue llamado no sólo a “edificar y
plantar”, sino también a “arrancar y destruir”, y para “arruinar y para
derribar”18. El estaba, en sus propias palabras, “destruyendo especulaciones y
todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios”19.
Bajo el ministerio del Espíritu Santo, y a través de las
Escrituras, Pablo se esforzó por acabar con la esperanza del pagano moralista,
el judío religioso y todos los que estén entre estos.
El escribió y predicó para cerrar la boca de los hombres
para que nunca más se jactaran de su justicia propia o justificaran el pecado.
Les cortó toda otra esperanza, para que puedan volverse sólo a Cristo.
¿Fue el apóstol Pablo un hombre enojado y amargo con un
hacha dispuesto a moler la humanidad? ¡No! Él amó a la humanidad a tal punto
que su vida fue derramada como una libación (ofrenda líquida) a favor de los
Gentiles 20, e incluso quiso, él mismo, ser maldito, separado de Cristo por la causa de sus compatriotas
los judíos21. Pablo predicó contra el pecado por la misma razón que los
doctores trabajan para diagnosticar la enfermedad de su paciente y están
dispuestos a decirle aun la peor de las noticias. Es una labor de amor para la
salvación del oyente. Cualquier otro comportamiento del doctor o del predicador
sería aborrecible e inmoral.
Sería bueno que en este momento nos preguntáramos si nuestra
predicación del Evangelio tiene este propósito. ¿Amamos lo suficiente el
enseñar la verdad, exponer el pecado, y confrontar a nuestros oyentes?
¿Poseemos una compasión bíblica que les dice a los hombres la verdad con la
esperanza de que sus corazones sean quebrantados bajo el peso de su pecado y
ellos puedan mirar sólo a Cristo? ¿Estamos dispuestos a coger el riesgo de ser
malinterpretados o difamados con tal de que la verdad pueda ser dicha y los
hombres puedan ser salvados?
Parece haber una convicción creciente, aun entre
evangélicos, que el hombre contemporáneo de occidente ya está tan
psicológicamente fracturado y cargado con la culpa, que no nos atrevemos a
presionarlo más para no acabar con él. Este punto de vista falla al no darse
cuenta que hay una tremenda diferencia entre una fractura psicológica y el
arrepentimiento bíblico que lleva a la vida. El hombre moderno ha venido a
tener el carácter débil que tiene porque es egocéntrico y vive en rebelión
contra Dios. Esta cargado con culpa porque es culpable. Necesita la Palabra de
Dios para que ésta exponga su pecado, y lo traiga al arrepentimiento. Sólo entonces,
habrá un quebrantamiento bíblico que lleva a la vida.
Los tratos de Dios con la nación de Israel de nos provee un
maravilloso ejemplo de esta verdad.
A través del profeta Isaías, Dios describe la condición de
Israel:
¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os
rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no
hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas,
ni vendadas, ni suavizadas con aceite. Isaías 22:5-6
La nación de Israel estaba tan fracturada y frágil como uno
la podría imaginar; sin embargo, Dios trató con ellos para su propio bien al
señalarles su rebelión y llamarlos al arrepentimiento. Él usó muchas “palabras
duras” contra ellos 23, pero cada una fue necesaria para exponer sus pecados y
para que se vuelvan de él. 24 Identificar un mal y exponer la seriedad de este,
siempre es el primer paso hacia la cura. Un hombre que no tiene conocimiento de
su cáncer no buscará medicina, y un hombre no huirá de una casa en llamas a
menos que esté enterado del fuego.
Igualmente, un hombre no buscará salvación a menos que sepa
que está completamente perdido, y no correrá a Cristo a menos que sepa que no
hay otro medio de salvación.
A los hombres se les debe hablar de sus pecados para que
ellos lo conozcan en realidad; ellos deben ser informados del peligro de éste
antes de que huyan de él; y ellos deben estar convencidos de que la salvación
se encuentra sólo en Cristo, antes de que ellos dejen atrás todas sus esperanza
en su justicia propia y corran a Él.
Ocuparse arduamente del pecado ya ni es considerado una
opción por la mayoría de la comunidad evangélica. Incluso parece haber un
esfuerzo consciente por desaprobar tal predicación como negativa y destructiva.
Parece que se resisten a exponer el pecado del pecador y, sin embargo, ese es
el principal ministerio del Espíritu Santo:
Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de
justicia y de juicio.
9 De pecado, por cuanto no creen en mí;
10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;
11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido
ya juzgado. 25
Según el Señor Jesucristo, el Espíritu Santo ha sido enviado
al mundo para convencer a los hombres de pecado, de justicia y de juicio. Traer
el pecado a la luz y presionar al pecador al arrepentimiento es uno de Sus
ministerios principales. ¿No deberíamos nosotros, como ministros del Evangelio,
tener el mismo propósito? ¿No debería nuestra predicación reflejar la misma
labor? ¿Es posible evangelizar en el poder del Espíritu Santo, cuando
rechazamos trabajar con el Espíritu en este ministerio esencial?
Aunque el Espíritu Santo no depende del instrumento humano,
Dios ha ordenado a los hombres a que vengan a la convicción de pecado, al
arrepentimiento y a la fe salvadora, a través de la predicación. 26 Sin
embargo, ¿Cómo puede el Espíritu usar nuestra predicación si nosotros no
estamos dispuestos a exponer el pecado o llamar a los hombres al
arrepentimiento?
Las Escrituras nos enseñan que la espada del Espíritu es la
Palabra de Dios,27 pero si los ministros de Dios usan la Palabra para dejar
convicto al hombre de pecado, sólo de mala gana, ¿No apagará esto a la persona
y el ministerio del Espíritu Santo? No debemos estar asustados de seguir el
ejemplo Espíritu en el trato con los pecadores. Si Él considera necesario
convencer al hombre de pecado, nosotros debemos unirnos a Él en esta obra. Esos
predicadores e iglesias que han encontrado un “mejor camino”, no tienen motivos
para esperar que el Espíritu de Dios esté obrando entre ellos para traer a los
hombres a Cristo.28
Antes de concluir, es importante dar esta nota final. La
mayor razón para ocuparse vehementemente del pecado es que esto exalta el
Evangelio. La belleza de las estrellas no puede ser vista en el cielo a medio
día porque están eclipsadas por la luz del sol. Sin embargo, cuando el sol se
oculta, y el cielo se vuelve negro como el carbón, las estrellas son vistas en
toda la fuerza de su esplendor. Así es también con el Evangelio de Jesucristo.
Su verdadera belleza puede ser vista en el telón de fondo del pecado del
hombre. Parece que los hombres nunca se dan cuenta de la belleza de Cristo o ni
siquiera consideran Su valor, hasta que ellos ven la depravada naturaleza del
pecado y se ven a ellos mismos como absolutamente desprovistos de mérito
alguno. Hay incontables testimonios de cristianos a través de los siglos que
nunca estimaron a Cristo hasta el día en que el Espíritu Santo vino y les
convenció de pecado, de justicia y de juicio. Fue sólo después de que ellos
estaban envueltos en la implacable oscuridad del sus propios pecados, que
Cristo apareció como la estrella de la mañana y se volvió precioso para ellos.
Llama la atención que cuando verdaderos creyentes en Jesucristo
escuchan un sermón sobre la depravación del hombre, ellos salen de la iglesia
rebosantes de gozo y llenos con un nuevo celo de seguir a Cristo. No es porque
traten el pecado ligeramente o encuentren satisfacción de su estado de
ex-pecadores. Más bien, se llenan de gozo inefable, porque ¡en su mayor
oscuridad vieron más de Cristo! Le robamos al hombre de una mayor visión
de Dios, porque les damos una visión reducida de ellos mismos
Referencias:
1 Salmo 51:5; 58:3
2 Job 15:16
3 Juan 3:36
4 Ezequiel 33:8
5 Jeremías 6:14
6 Romanos 15:23-24
7 La Harmatología es derivada de la palabra griega que
significa pecado y logos que significa palabra o discurso. La Harmatología es
literalmente un discurso o estudio del pecado.
8 Esta declaración está basada en II Corintios 3:7-9 and II
Corintios 5:17.
9 Romanos 8:1
10 Romanos 5:18
11 Romanos 7:13
12 Romanos 3:19
13 Jeremías 4:3;
Oseas 10:12
14 Romanos 1:18-32
15 Romanos 2:1-29
16 Romanos 3:1-18
17 Romanos 3:19
18 Jeremías 1:10
19 II Corintios 10:5
20 Filipenses 2:17
21 Romanos 9:3
22 Isaías 1:5-6
23 Isaías 1:4
24 Isaías 1:18-19
25 Juan 16:8-11
26 I Corintios 1:21
27 Efesios 6:17
28 Le debo está perspectiva al Pastor Jeff Noblit de Grace
Life Church de Muscle Shoals, Alabama.
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