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martes, 20 de marzo de 2012

¡Señor!, ¿danos un avivamiento?


El título aparentemente confuso ha sido puesto así intencionalmente. El porqué de la confusión es porque muchos supuestos cristianos hoy en día claman: “Señor, danos un avivamiento, envía el fuego a nuestros corazones, queremos ver este mundo de rodillas suplicando y llorando por sus pecados…”. Esto suena bien pero, ¿Sabes cómo viene un avivamiento? ¿Estás dispuesto a pagar el precio por ello? ¿Realmente anhelas un avivamiento?

En el capítulo 6 del libro de 2ª de Samuel se narra cómo el rey David intentó trasladar el arca de Dios a Jerusalén, ¿un buen propósito, no? Sin embargo, aconteció algo inesperado: “Cuando llegaron a la era de Nacón, Uza extendió su mano al arca de Dios, y la sostuvo; porque los bueyes tropezaban. Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió allí Dios por aquella temeridad, y cayó allí muerto junto al arca de Dios.” (2ª de Samuel 6:67).


Una lectura superficial del pasaje pudiera hacernos pensar que Dios cometió una injusticia con un grupo de personas que tenían buenos deseos. Dios hizo morir a una persona que pretendió “ayudar” a que el arca de Dios no se cayera, porque los bueyes tropezaban. Pero este es precisamente el más grande error que cometemos los que nos decimos “pueblo de Dios”.

Dios había dejado claro cómo debía trasladarse el arca del pacto, aquello que era símbolo de la presencia y la gloria del Dios Todopoderoso. David mismo lo entendió después: “Entonces dijo David: El arca de Dios no debe ser llevada sino por los levitas; porque a ellos ha elegido Jehová para que lleven el arca de Jehová, y le sirvan perpetuamente.” (1ª de Crónicas 15:2).

El gran error de los cristianos actuales es pretender ver la gloria de Dios, pero bajo nuestras propias condiciones, por nuestros propios métodos. La dura reprensión de Dios al quebrantar a Uza debiera traernos a la memoria: “Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor.” (Deuteronomio 4:24).