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martes, 31 de enero de 2012

¡Digno es el Cordero!

Por Paul Washer.

Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. Y vi a un fuerte ángel que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos? Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni mirar su contenido. Y yo lloraba mucho, porque nadie había sido hallado digno de abrir el libro ni de mirar su contenido.

- Apocalipsis 5:1-4

El apóstol Juan ve un trono y a Uno sentado sobre el trono con un libro en Su mano derecha. Note cuan poco Juan vio sobre El que estaba sentado. Hay un propósito en su silencio. ¿Cómo puede Dios ser descrito sin disminuir Su gloria de alguna manera y traer deshonra a Su nombre? La mente del hombre no puede comprenderlo y el lenguaje de los hombres no puede comunicar aun lo poco que el hombre puede comprender.

Las cosas escritas en estos pocos versículos y los que siguen, parecen indicar que el libro que Juan vio, contiene la revelación del propósito de Dios y Su plan para toda la historia: pasada, presente y futura.
El rollo está escrito por dentro y por fuera, indicando que es voluminoso y completo; cada detalle de la historia es encontrado en el rollo. Es la posesión de Dios, indicando que Él es el autor de éste. Él sostiene el rollo en Su mano derecha, la cual a través de las Escrituras comunica autoridad y poder.


Las cosas escritas en el libro son magníficas certezas de Su providencia.

Ellas serán cumplidas al pie de la letra: cada jota y desde pequeña A hasta la Z. El poder y la sabiduría de Dios son ciertamente revelados aquí. Cada aspecto del esfuerzo humano, desde el más grande evento histórico hasta el más mínimo movimiento del dedo de un bebé, es conocido de antemano y ordenado por Dios. ¡Esto de por sí es suficiente para movernos a reverenciar y adorar a Dios!

Los pensamientos de Juan son prontamente interrumpidos por la alta voz de un fuerte ángel que hace una pregunta que pronto llevaría a Juan a las lagrimas: “¿Quién es digno de abrir el libro?” La voz es grande, de modo que ésta puede llegar a los oídos de toda criatura en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra.

“¿Quién es digno, quien esta cualificado, quien es capaz de dar a conocer el propósito y plan de Dios y de llevarlos a cabo con absoluta perfección?”.

El mero hecho de que el ángel hiciera esta pregunta y no hubiera respuesta al llamado, demuestra que ni aun la más poderosa y santa de las criaturas de Dios es digna de tomar la tarea en cuestión. Toda la historia se vuelca sobre una sola necesidad: la redención; y un sólo evento donde el pago por el pecado sea hecho y la justicia satisfecha: la cruz. ¿Cuál criatura en los cielos o en la tierra es digna y capaz de vivir una vida perfecta en la carne de una humanidad caída; de tomar el pecado sobre sí y aun no pecar; de cargar con la ira de Dios y sobrevivir; y de pagar por los pecados de muchos con una vida de infinito valor? La totalidad de la creación de Dios debe inclinarse ante Dios y reconocer que no se encuentra ninguno en este reino con tales cualidades. El más grandioso ángel en los cielos, declara: “No nos mires a nosotros”. El más eminente de los reyes, el más consagrado de los sacerdotes, el más sabio de los profetas y sabios rasgan sus vestiduras y exclaman: “No nos mires a nosotros”. Los más poderosos de los que han muerto, cuyas obras están grabadas en los anales de la historia, gritan desde abajo de la tierra: “No nos mires a nosotros”. ¿Cuál criatura en los cielos, en la tierra o el infierno se atrevería a acercarse al trono de Dios y tomar cualquier cosa de Su mano?

Al no ver respuesta de las grandes y más santas criaturas, el apóstol Juan lloraba mucho. La palabra traducida “llorar” viene de la palabra Griega “klaío” la cual comunica dolor y aflicción; es un lloro como uno que llora por la muerte de alguien. Juan literalmente “rompió en lagrimas”. El rollo tenia las llaves de la redención del hombre pero aun nadie entre las criaturas de Dios fue hallado digno de abrirlo o ejecutarlo. Simón Kistemaker escribe: “La maldición de Dios seguiría sobre el resto de la pecadora humanidad, la creación no sería librada de la esclavitud de la corrupción (Romanos 8:21), y el sufrimiento sería interminablemente. (NTC, Apocalipsis, p.204). Juan rompió en lloro.

Entonces uno de los ancianos me dijo: No llores; he aquí, el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos. Miré, y vi entre el trono (con los cuatro seres vivientes) y los ancianos, a un Cordero, de pie, como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.   
Apocalipsis 5:5-7

Antes de que el corazón del profeta y su esperanza estuviera perdida sin posibilidad de recobrarse, su llanto es detenido por uno de los ancianos que está al tanto de un conocimiento que pronto cambiaría la tristeza de Juan en gozo. El anciano manda a Juan a que dirija sus ojos hacia el Cordero. El mandato del anciano “He aquí”, es una maravillosa transición y un mandato para ser obedecido por todos los hombres en toda circunstancia. No hay esperanza que se pueda encontrar en la más poderosa y noble de los seres creados, pero una mirada al Cordero que fue sacrificado, puede restaurar las ruinas de la esperanza demolida. El anciano describe al Cristo glorificado como “El León”. Jacob se refirió a Judá como un “Cachorro de León” y profetizo que de él vendría el Mesías a quien las naciones obedecerían. (Génesis 49:9-10). Albert Barnes escribió: “El león es el rey de los animales, el monarca de la selva, y así se convierte en el emblema de la autoridad y poder de un rey. (BN, Apocalipsis, p.123). Tal designación comunica no solo autoridad y poder, sino ferocidad y peligro. El Cristo de las Escrituras no es el Cristo domesticado de la Cristiandad contemporánea de América. Juan no intenta quitarle las garras.

La segunda designación usada por el anciano para describir al Cristo glorificado, es “La raíz de David”.
Él es retratado como un guerrero de Dios como David, quien ha vencido a todos los obstáculos y conquistado a todos sus enemigos. El profeta Isaías se refirió al Mesías como el “tronco o la raíz de Isaí”. (Isaías 11:1, 10) y Jeremías se refirió a Él como el “renuevo justo de David”. (Jeremías 33:15). Estas descripciones indican que el Mesías sería de la línea real de David. Él sería como David, y sin embargo, mucho más grande que David, y Él es a quien David llama Señor. (Mateo 22:45).

Otra vez vemos la fragilidad de la humanidad, y la grandeza de Cristo. La línea de David no estaba sino perdida. Estaba como un árbol caído con sólo un tronco restante y sin vida, pero el Mesías salió como un renuevo, llevando gran fruto. El anciano señala a Juan, al Hijo de David con corazón de león, y no dice sino una cosa: “¡Ha vencido!”. El Mesías Dios-hombre ha ganado el derecho de tomar el libro de la mano derecha de Dios porque a través de la cruz, Él peleo una batalla de proporciones titánicas y salió Vencedor. Él se ofreció a sí mismo a Dios como un sacrificio expiatorio y quitó el pecado de Su pueblo de una vez por todas. A la vez, también triunfó sobre la muerte y el diablo, quien tenía el imperio de ésta (Hebreos 2:14). Carlos Spurgeon escribió:

“Nuestro campeón es digno. ¡Que batalla ha peleado! ¡Que proezas de proezas ha ejecutado!
¡Él ha derrocado el pecado; Él ha vencido en el desierto; ay, ¡Él ha conquistado la muerte!, ha esquilado al león en su guarida; ha entrado al calabozo que es sepulcro, y ha derrumbado sus murallas! Por lo cual, Él era digno, en el sentido de valor, de volver del país lejano para heredar como el glorioso Hijo del Padre, héroe de los cielos, y para tomar el libro y abrir sus sellos. (MTP, Vol.35, p.388).

La referencia a Jesucristo como “un Cordero estando como inmolado o sacrificado es poderosa.
Simón Kistemaker escribió: “Esto significa un cuerpo que ha sido cortado en piezas pero que ha sido sanado y es capaz de estar en pie. Las marcas de Sus herida todavía son visibles, como lo estaban cuando se le dijo a Tomás que mirara a las manos de Jesús y tocara la cicatriz en su costado. (NTC; Apocalipsis, p.206). La imagen no es la de un cordero apenas capaz de estar parado, sino de la un poderoso campeón, quien aunque cargando las terribles cicatrices de la batalla, permanece lleno de fortaleza divida.

El Cordero permanece en pie en el medio o el centro del trono. Él lleva las marcas de una tremenda batalla con la muerte, y aún permanece triunfante. El triple uso del siete representa lo completo y la perfección. Los siete cuernos del Cordero representan Su absoluto poder y soberanía. Toda la autoridad ha sido dada a Él en los cielos y en la tierra (Mateo 28:18). Los siete ojos comunican que Él lo ve todo y posee un perfecto e inmediato conocimiento de todas las cosas. Nada escapa a su conocimiento (1 Corintios 4:5). Los siete ojos son identificados como los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra. De nuevo, el número siete se refiere a lo completo o pleno del Espíritu. El Cordero está presente en el trono de Dios, ha enviado al Espíritu (en toda Su plenitud) hasta los últimos confines de la tierra para observar todas las cosas y operar en todas las cosas conforme a Su voluntad. Este mismo Espíritu ha sido enviado por el Cordero para reunir a un pueblo de cada tribu y lengua y pueblo y nación, y para capacitarlos para servirle.

Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Y los has hecho un reino y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra. Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos; y el número de ellos era miríadas de miríadas, y millares de millares, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado digno es de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza. Y a toda cosa creada que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay , oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Y los cuatro seres vivientes decían: Amén. Y los ancianos se postraron y adoraron.  
- Apocalipsis 5:8-14

Lo que la más poderosas de la criaturas de los cielos o de la tierra no se atrevería ni siquiera a intentar, el Cordero lo cumplió. Él no solo tomó el libro, sino que Dios se lo dio. Dios el Padre, confió el curso entero de la historia al Hijo, el gran Mesías, nuestro Salvador.

La toma del libro, del Cordero, es inmediatamente seguida por una erupción de adoración. Viene de cuatro fuentes, las cuales corren juntas y forman un poderoso rio de alabanza: los cuatro seres vivientes, los ancianos, los ángeles y el resto de la creación. Los cuatro seres vivientes son poderosos y misteriosos seres angelicales cuya gran proximidad al trono comunica su santidad y poder.

Los ancianos muy probablemente representan, o son representantes reales de los redimidos.
En Apocalipsis 4:4, los ancianos son descritos “vestidos de ropas blancas; y tenían sobre sus cabezas coronas de oro. En apocalipsis 3:5, las ropas blancas son prometidas a los creyentes que venzan, y en apocalipsis 7:14 estas ropas son emblanquecidas en la sangre del Cordero. Los ancianos llevan coronas de oro en sus cabezas como un signo de su autoridad. Tales coronas y autoridad son prometidas a los creyentes a través del libro de Apocalipsis (3:21, 5:10; 20:4, 6; 22:5), pero nunca son prometidas a los ángeles.

Los ángeles quienes también rinden adoración al Cordero, fueron creados para ministrar a Dios (Salmos 104:4; Hebreos 1:7) y para servir a Su pueblo (Hebreos 1:7, 14). Ellos son dispuestos y gozosos espectadores de la gracia dada a los redimidos (1 Pedro 1:12). Ellos adoran al Cordero por las grandes cosas que Él ha hecho por los hombres.

El último grupo mencionado incluye al resto de la creación. Ninguna criatura es dejada fuera de este coro de adoración dirigida al Cordero. Parece mejor no limitar este grupo a sólo criaturas inteligentes. Debido a que todas las criaturas han sido sujetadas a vanidad como un resultado de la caída, y todas las criaturas están esperando su liberación, (Romanos 8:19-22), parce lógico que “todas las cosas creadas” se refiere al total de la creación: animada y no animada, inteligente e instintiva. Toda cosa creada en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra servirá de alguna manera para adorar al Cordero: las aves de los cielos, las bestias del campo, y los monstruos de las profundidades romperán en alabanza. Uno no puede dejar de pensar en los muchos pasajes en el Antiguo Testamento que se presentan a Dios recibiendo adoración de todas las cosas: estrellas, arboles, montañas, animales, etc.

La adoración ofrecida al Cordero es descrita como una “Nueva Canción” y, por lo tanto, no puede éste no puede haber sido cantada, sino hasta que Él terminara Su obra redentora. Según esta canción, el Cordero es digno de tomar el libro, porque Él fue inmolado y compró hombres con Su sangre. Albert Barnes escribe:

“Por su venida y Su muerte, Él tiene el derecho de acercarse donde ningún otro se acercaría, y de hacer lo que ningún otro haría.”

Aunque el Cordero es digno de todas formas y por un infinito numero de razones, es Su ser inmolado, por la redención de Su pueblo, lo que aquí constituye Su dignidad para tomar el rollo de la misma mano de Dios.

Antes de que sigamos avanzando, es importante notar a quien fue hecho el pago para que los hombres puedan ser comprados para Dios. Hay aquellos que erróneamente creen que Cristo dio Su vida como un rescate a Satanás, quien tenía al pueblo de Dios cautivo; tal pensamiento no sólo es no bíblico, sino que bordea en la blasfemia. Las Escrituras claramente enseñan que Cristo dio Su vida como el pago por el pecado de Su pueblo y para satisfacer la justicia de Dios. Es primariamente de la justa condenación de la Ley que el pueblo de Dios ha sido redimido.

El resultado de tal redención es la liberación del poder del pecado. El gran problema de las Escrituras es “¿Cómo puede un Dios justo perdonar a hombres pecadores?” Dios no puede actuar de una manera que contradiga quien Él es. Él debe actuar de una manera que sea consistente con todos Sus Atributos. Como el justo “Juez de toda la tierra”, Él debe actuar según las estrictas reglas de la justicia. Él debe absolver al inocente y condenar al culpable. Si Él simplemente perdonara al culpable y no castigara cada infracción de la Ley y cada acto de desobediencia, entonces Él dejaría de ser justo y bueno.

¿Cómo, entonces, puede Dios ser justo y al mismo tiempo, mostrar misericordia a esos que merecen la condenación? La única manera para Cristo, fue ofrecerse a Sí mismo como una propiciación por los pecados de Su pueblo, un sacrificio que quitaría el pecado, satisfaría la justicia divina, apaciguaría la ira de Dios, y abriría el camino a la misericordia divina para que ésta sea mostrada al culpable. La lógica detrás del sufrimiento y la muerte del Cordero es evidente: El hombre ha pecado y la paga del pecado es muerte. Dios es justo y por lo tanto, las demandas de Su Ley deben ser satisfechas antes de que el culpable pueda ser perdonado. El pueblo de Dios es salvado porque el Cordero cargó con la culpa de sus pecados y fue aplastado bajo la ira del juicio de Dios. Él tomó su lugar, cargó sus pecados, y sufrió la ira de Dios en lugar de ellos. Los beneficios recibidos de la obra redentora del Cordero están resumidos en el versículo 10:

“Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos en la tierra.”

Hay tres privilegios específicos descritos en esta frase:
Primero, los redimidos han sido hechos ciudadanos del Reino de Cristo. Si el carácter de un reino es determinado por el carácter de su rey, entonces es un privilegio indescriptible simplemente el que se le permita a alguien habitar en el reino de la tierra de Emanuel. Segundo, los redimidos han sido hechos sacerdotes y se les ha concedido el grandioso privilegio de ministrar ante Dios y en Su nombre. Tercero, a los redimidos se les ha concedido la autoridad de reinar como reyes en la tierra. Los mansos no sólo recibirán la tierra en heredad, sino que también reinarán sobre ella. Mathew Henry escribió:

“Cada esclavo rescatado no es inmediatamente privilegiado con el honor, él piensa que es un gran favor el que su libertad haya sido restaurada. Pero cuando los elegidos de Dios fueron esclavizados por el pecado y Satanás, Cristo no sólo compro su libertad, sino también el más grande honor y privilegio. (CMH, Vol.6, p.1142).

Los cuatro seres vivientes y los ancianos que son vistos alrededor del trono, son descritos por Juan como “millones y millones”. Juan no intenta darnos un numero exactor, sino que Él está buscando describir esta vasta multitud de criaturas celestiales que no puede ser contada excepto por Aquel que las creo. Este coro celestial es tan innumerable como las estrellas de los cielos. Fue creado para bendecir al Cordero y declarar Su dignidad:

“El Cordero que fue inmolado digno es de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza.”

Aunque los ángeles no tienen necesidad de redención, eso no significa que estén desinteresados.
Ellos anhelan mirar las cosas que Dios ha hecho por Su pueblo redimido y lo adoran por esto. (1 Pedro 1:12). Ellos están intensamente interesados en la redención del pueblo de Dios, y por esto, son llevados a un mayor entendimiento de Dios, de Su misericordia y de Su gracia (Efesios 2:7; 3:10). Debemos siempre mantener en mente que los sufrimientos del Cordero no es sólo el medio por el cual hombres pecadores son redimidos, sino que también es la mayor revelación de Dios a Su creación. Los ángeles declaran en su adoración del Cordero, que Él es digno de recibir “el poder y las riquezas, la sabiduría y la fortaleza, el honor y la bendición que ha sido y será conferida sobre Él, por el Padre. Ha habido muchos a través de las edades que se han burlado del Cordero, que han rechazado el darle gloria, y aun vanamente han querido quitarle Su gloria, pero los redimidos están eufóricos con la exaltación del Cordero.

A raíz de las canciones cantadas por los cuatro seres vivientes, los ancianos, y los innumerables ángeles, otra canción emerge. Y emana de todas las otras criaturas en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra.
Simón Kistemaker escribió:

“Todos los seres inteligentes del universo que Dios creó, cantan Su alabanza: los santos y los ángeles en los cielos, las aves en el aire, el pueblo de Dios en la tierra, y todos los seres vivos en el mar y en la tierra. El sobrecogedor coro de todas estas voces, en alabanza a Dios y al Cordero, desafía la imaginación humana. Dios es el rey de la creación, quien delegó el trabajo de creación y redención a Su hijo. Al Dios recibir tributo de Sus criaturas, el Cordero también recibe tributo, porque Él ha completado la tarea que Dios le asignó. (NTC, Apocalipsis, p.212).

La adoración termina con una bendición dirigida a Aquel que está sentado en el trono y al Cordero:

“Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por los siglos de los siglos.”

Esta bendición demuestra que la obra de redención del Hijo estaba en perfecta armonía con el Padre desde el mismo principio. Porque de tal manera amó Dios que envió, y el Hijo de tal manera amó, que obedeció. La redención del pueblo de Dios es un exquisito trabajo de la deidad por el cual los redimidos se postran, los ángeles claman, la creación canta y los cuatro seres vivientes dan su poderosa afirmación: ¡Amen! Todos los cielos gritan: “No a nosotros, SEÑOR, no a nosotros, sino a Tu nombre da gloria” (Salmos 115:1).

Después de esto miré, y vi una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos. Y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. Y todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono y alrededor de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, y cayeron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: ¡Amén! La bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén. Y uno de los ancianos habló diciéndome: Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido? Y yo le respondí: Señor mío, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que vienen de la gran tribulación, y han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. 
-Apocalipsis 7:9-14

¿Quién es esta multitud que adora a Dios y al Cordero? Ellos son el número completo de los redimidos de cada tribu, nación, pueblo y lengua. Ellos son los seguidores de Cristo a través de la historia y hasta el fin del mundo, quienes han sufrido la tribulación y las pruebas de este mundo caído. Albert Barnes escribió:

“Los ojos son dirigidos a una innumerable multitud, procedente de todas las edades, todos los tiempos, y todo el pueblo, triunfante en gloria… [Es] toda la hueste de los redimidos reunidos en el cielo, allí reunidos como vencedores, con palmas (símbolos de triunfo) en sus manos. El objetivo de la visión es animar a aquellos que están abatidos: en tiempos de decadencia, en periodos de persecución y cuando el numero de los verdaderos cristiano parezca ser pequeño; con la seguridad de que una inmensa multitud será redimida de todo el mundo, y será reunida triunfante ante el trono de Dios.”

Su número es más de lo que un hombre puede contar, y aun así Dios y el Cordero los conocen a cada uno por nombre. Esta es una imagen de ese gran día el cual cada cristiano espera. Un día cuando cada uno de los redimidos estará en pie ante Dios y el Cordero y ofrecerá un perfecto sacrificio de alabanza. Ésta es la completa recompensa del Cordero. En el Salmo 2:8, Dios prometió que le daría naciones al Mesías como una herencia:

“Pídeme, y te daré las naciones como herencia tuya, y como posesión tuya los confines de la tierra.


En Apocalipsis 7:9, la promesa está cumplida. La obediencia de las naciones es dada ahora al Cordero. Todos los santos a través de la historia y de cada parte del mundo cantan de común acuerdo. La maldición de Babel ha sido revertida, y las naciones claman a una voz en perfecta armonía.

La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.

Los santos son vestidos con ropas que han sido emblanquecidas en la sangre del Cordero. Ellos no están aquí rogando por su propia salvación o porque Dios mismo sea asegurado en el trono, sino que ellos están atribuyendo la salvación como obra exclusiva suya. Como el profeta Jonás escribió:

“¡La salvación pertenece a Jehová!” (Jonás 2:9).

Otra vez, Albert Barnes escribe:

Esto indudablemente será la canción de los libertados, por siempre, y todos los que alcancen el mundo celestial sentirán que ellos deben su liberación de la muerte eterna y su admisión a la gloria, totalmente a Él… El significado justo es, todo lo que está incluido en la palabra salvación será debido sólo a Dios ( la liberación del pecado, el peligro y la muerte, el triunfo sobre cada enemigo, la resurrección de la tumba, el rescate del fuego eterno, la admisión a un cielo santo). La victoria en todas estas cosas que la palabra salvación implica, será debido sólo a Dios. (BN, Apocalipsis, p.184).

Estos pasajes de las Escrituras que hemos considerado en este artículo describen lo que es la gran esperanza y el anhelo de todos los que alguna vez han mirado a los campos blancos para la cosecha. Los obreros son pocos y están dispersos, y la obra parece moverse a un ritmo intolerablemente lento. Sin embargo, tenemos la gran seguridad de la Palabra de Dios, de que una multitud que no puede ser contada será reunida y que el Cordero que fue inmolado será recompensado por Sus sufrimientos. Quiera Dios concedernos la gracia para darnos a nosotros mismo a éste, el mayor de todos los esfuerzos: ¡Digno es el Cordero!

Tomado de la Revista HeartCry Volumen 46, noviembre/diciembre 2005.

1 comentario:

  1. Esta lectura es de dimensiones insondables y profundas.

    Despejó mi mente de corrupción y la llenó de sabiduría y conocimiento más valioso que el oro.

    Dios bendiga a Paul Washer.

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